martes, 30 de octubre de 2018

Vita contemplativa

La revitalización de la vita contemplativa. Aún resuenan esas palabras que se pueden leer en la introducción de El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse, de Byung-Chul Han. Para este autor, la sensación de vértigo, la experiencia de aceleración que tenemos hoy en día, viene en realidad de la percepción de que el tempo da tumbos sin rumbo alguno. El vínculo de esta crisis está claramente ubicado en el empeño de definir al hombre absolutizando una de sus dimensiones, casi siempre, el trabajo. Por eso las palabras del autor coreano suenan nuevas, aunque ya las hayamos escuchado antes: «La crisis temporal solo se superará en el momento en que la vita activa, en plena crisis, acoja de nuevo la vita contemplativa en su seno».

Los museos son un buen campo de pruebas de esa capacidad de contemplación. Recuerdo esa división que hacía un profesor para clasificar a los visitantes de un museo. Así estaban los peces, surcando todo el recorrido, pero que, como aquella adorable Dory de la película Nemo, olvidan a los pocos segundos lo visto. Existen también los saltamontes, que no observan ningún tipo de itinerario, y van saltando de cuadro en cuadro, sin importar etapas ni relaciones, solo movidos por un impulso súbito. Similar estrategia parecen tener aquellos que son como mariposas, pero la diferencia con aquellos está en que en ocasiones se posarán largos periodos de tiempo en alguna de sus estaciones.

Si tuviera que concretar en un museo, no dudaría en quedarme con el Museo del Prado. «La mejor pinacoteca del mundo», nos han repetido hasta la saciedad, pero esa afirmación siempre caía como una losa, y los madrileños somos muy dados a decir eso de que «bueno, como está aquí, ya iremos un día». Y así pasan los años.

En estas acude en nuestra ayuda Cuaderno del Prado. Dibujos, notas y apuntes de una ilustradora en el museo, de Ximena Maier (Nido de ratones). Una genial edición de un año de visitas al museo. Nos encontramos con una colección de dibujos a tinta y aguadas, con secciones y capítulos geniales: los listados ilustrados de una colección de cabezas cortadas, pájaros, o manos; «Cuadros a los que tengo manía»; «Cuadros que si no fuera porque están en el Prado… pensaría una que vaya tela»; o «Los más guapos del museo». Ojalá alguien me preguntara: ¿con qué famoso irías a visitar el Prado? para poder responder: Ximena Maier, que me invitó a contemplar de forma sorprendente.

Leer en Alfa y Omega

lunes, 15 de octubre de 2018

El chacal y el signo

Me permito en este blog dar otra vuelta más a Historia de dos ciudades.
La comparación entre Doug Stamper de House of cards y Sidney Carton de la novela de Dickens cada vez me parece menos azarosa.
Los dos responden a la descripción que hace Dickens de un "chacal". El que hace el trabajo sucio a un superior, dedicado a la cosa pública: ya sea un político en el caso de la serie televisiva, ya sea un importante abogado, en la novela.
Los dos tienen un problema con el alcohol, tratado eso sí de distinta manera. Mientras que en House of cards la mirada es puritanilla y melindrosa, en Historia de dos ciudades tiene hasta humor.
Los dos tienen talento, desde luego. Podemos entender que en ambos casos tenían una prometedora carrera de jóvenes. En algún momento metieron la pata, y ahí se truncó todo, sobre todo por una especie de pacto mefistofélico que imaginamos no tuvieron otra que aceptar. Los dos llegan a diario a su casa y se derrumban,
Incluso los dos llegan a dar la vida por otro. Pero este acto de suprema caridad no es igual de ninguna manera. Sí, los dos vislumbran algo parecido a un signo, una provocación inaudita de la realidad, pero Stamper lo reduce drásticamente a mera apariencia y si acaso, sentimiento. Quizá le falta esa Lucile que desafía con preguntas a Sidney cuando este le confiesa su admiración. Le ayuda a ir hasta el fondo de lo que ha visto y experimentado.

***

Qué alegría que recordé que Julio Martínez Mesanza había publicado en su blog un poema inspirado en Historia de dos ciudades con el mismo título. En los comentarios así lo afirma, que se acuerda de Sidney...

En la ciudad del norte hay un hilo de oro
que ilumina los días de los hombres felices,
no mis días sombríos ni mis noches eternas.
En la ciudad del norte hay un patio pequeño
donde la luz y el orden, el amor y la dicha,
tejen con cada hilo una aurora de oro.
En la ciudad del sur hay un río de sangre
y una lenta carreta en la que va mi alma
con su carga sombría de interminables noches.
En la ciudad del sur hay una plaza inmensa,
la plaza del perdón, la plaza de la culpa,
y de su puro centro brota un río de sangre.

(c. 1993)

Por qué Ayaan Hirsi Ali se ha convertido

 Artículo de Carl Trueman publicado en El Debate (Traducción de Pablo Velasco) Ayaan Hirsi Ali, ex musulmana y ahora ex atea, ha declarado r...