Nada. Que no hay manera. Seguimos sin hacer caso a Gregorio Luri. Y mira que él sigue y sigue repitiendo. Hasta lo ha dejado por escrito en Elogio de las familias sensatamente imperfectas: Hay que tener el segundo hijo antes que el primero. Así uno se libra de todas las meteduras de pata, miedos y momentos ridículos que puede protagonizar. Así uno ya sabe que el chupete no hace falta hervirlo varias veces y sumergirlo en una urna con una pastilla efervescente, porque con una pasadita con la manga es suficiente (eso si hay más de dos testigos).
Y en esto, amigos, las féminas nos llevan toda la ventaja. La mejor imagen sobre la manera en que el varón recibe al primer hijo la dio el cineasta Daniel Burman: mientras que la madre coloca los brazos de forma natural y automática en una posición de cuna ideal para el bebé, al padre se le reconoce por cogerle de la misma manera en la que sostendría una hamburguesa XXL chorreante de kétchup y mostaza.
Así que me he ido a algunos autores de mi generación y he querido recopilar unas cuantas lecturas dirigidas a los padres primerizos, para que aquel “mal de muchos” se traduzca en algo más que un consuelo para esas primeras horas de desconcierto.
¿Pero acaso es que existe una vocación de padre? Miren, como mucho, la de marido. Cuando alguien por la calle me ve con mi familia y me pregunta “¡Qué bueno!, a ti te tienen que gustar mucho los niños”. “No mire, a mí la que me gusta es mi mujer”.
Ya lo cuenta muy bien José María Contreras Espuny en su Confesiones de un padre sin vocación (Homo Legens): “Tener hijos te divide, te fragmenta, te desgaja, te posterga. Te regala un palacio de infinitas habitaciones para, acto seguido, ponerte en la obligación de amueblarlo. Y uno no lo amuebla risueño, cantando por lo bajini y agradecido a Dios el don de los hijos, sino sulfurándose por minutos, con los átomos tirantes y a un grado de la ebullición”. Pero como le hicieron ver sus propios padres (aunque de esto uno se da cuenta por lo menos bien entrada la segunda parte del partido) “la única forma de salvar la vida es dilapidándola”.
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