Hace unas pocas semanas recibí un regalo inesperado. Tiempo. Un amigo me había invitado a ir a la exposición Tornaviaje en el Museo del Prado. Este amigo me recibió en la entrada, pero no podía acompañarme porque debía solucionar unos asuntos de su trabajo. Por tanto, no tenía más remedio que dedicar toda una hora para ver la exposición. Entiendan que, para un padre de familia, eso es un regalo inesperado.
La exposición responde a su título como viaje de regreso a la Península, como un hecho que nos permite valorar las aportaciones artísticas de América a España y por extensión a Europa. Se puede ver hasta el 13 de febrero de este año.
Me detuve un buen rato en un cuadro de la Virgen que me resultaba familiar. El rostro de una moreneta con una aureola reconocible. Era la Virgen de Atocha, la de mi barrio, pero desde una perspectiva diferente. Además de ser un cuadro y no una escultura. En ese momento pensé en aquel que marchó a América hace unos cientos de años y al llegar describió esa advocación, la de su barrio, para que un artista reprodujera a la Virgen que reina en la casa de los dominicos en Madrid.
En estas Navidades pasadas hemos visto por las calles de toda España la felicitación de la ACdP. Ya saben, esa que decía «Solo un nacimiento ha cambiado el rumbo de la Historia y no es el tuyo. Feliz Navidad».
No hay comentarios:
Publicar un comentario