El título de este post debería ser "el maldito corrector del Word".
Esa especie de trampa que lleva de serie todo procesador de textos de Microsoft. Esa manía de cambiarte la palabra que has escrito mal adrede.
Nada mejor que un par de ejmplos especialmente hirientes para mi orgullo.
Caso 1:
Email romántico enviado a mi enamorada. Tras bellas palabras le propongo una locura: "Dejemos todo, vendamos lo poco que tenemos y huyamos a la Toscana y compremos un viñedo". Y allá vá el corrector y decide por sí mismo que en vez de "toscana" prefiere "toscaza". Claro, lo de recibir un correo en el que un energúmeno te propone "huir a la toscaza", imagino que puede producir cierta desazón o por lo menos una contestación pidiendo explicaciones sobre lo que significa exactamente "toscaza".
Caso 2:
Recién llegado a una tertulia literaria madrileña, en la conversación sale el presidente del planeta, Obama. Le llueven las críticas. Al día siguiente, uno que es muy cumplidito, envía a los asistentes su agradecimiento por la hospitalidad y lo bien que se pasó. Y de paso reenvía un email que acaba de recibir de una asociación de EE.UU. que ha hecho público un examen de universidad del referido presidente. En el texto, utilizando un estilo un poco cheli que siempre me hace gracia, digo "aquí os reenvío este email de una asociación yanki que...". De nuevo el corrector, que tiene plenos poderes, decide que "yanki" es "iñaki". Y de nuevo, como jamás repaso ningún email, así sale. Lo peor del asunto es cuando te das cuenta y te imaginas a los receptores preguntándose "¿pero que clase de asociación se llama asociación iñaki?"
verba volant, scripta manent, ¡encima!
Esa especie de trampa que lleva de serie todo procesador de textos de Microsoft. Esa manía de cambiarte la palabra que has escrito mal adrede.
Nada mejor que un par de ejmplos especialmente hirientes para mi orgullo.
Caso 1:
Email romántico enviado a mi enamorada. Tras bellas palabras le propongo una locura: "Dejemos todo, vendamos lo poco que tenemos y huyamos a la Toscana y compremos un viñedo". Y allá vá el corrector y decide por sí mismo que en vez de "toscana" prefiere "toscaza". Claro, lo de recibir un correo en el que un energúmeno te propone "huir a la toscaza", imagino que puede producir cierta desazón o por lo menos una contestación pidiendo explicaciones sobre lo que significa exactamente "toscaza".
Caso 2:
Recién llegado a una tertulia literaria madrileña, en la conversación sale el presidente del planeta, Obama. Le llueven las críticas. Al día siguiente, uno que es muy cumplidito, envía a los asistentes su agradecimiento por la hospitalidad y lo bien que se pasó. Y de paso reenvía un email que acaba de recibir de una asociación de EE.UU. que ha hecho público un examen de universidad del referido presidente. En el texto, utilizando un estilo un poco cheli que siempre me hace gracia, digo "aquí os reenvío este email de una asociación yanki que...". De nuevo el corrector, que tiene plenos poderes, decide que "yanki" es "iñaki". Y de nuevo, como jamás repaso ningún email, así sale. Lo peor del asunto es cuando te das cuenta y te imaginas a los receptores preguntándose "¿pero que clase de asociación se llama asociación iñaki?"
verba volant, scripta manent, ¡encima!
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