Este fin de semana celebramos los 4 años en el parador de Guadalupe. Celebrando como se debe, es decir, contemplando la creación, viendo la hierba crecer.
Por supuesto visitamos la basílica y el monastario.
De la basílica me quedo con la lámpara arrebatada al turco por Juan de Austria en Lepanto que hoy ilumina la preciosa sacristía.
En el monasterio, en el claustro, pasamos por encima de las sepulturas de los distintos priores que se han sucedido en el monasterio. Son enterrados allí, por norma, para que los sucesivos monjes pasen por encima a diario. Toma lección de humildad. Lo que no sé si sabrán es que ahora también pasan legiones de turistas, en bermudas y sandalias (mira, esto igual que los franciscanos)
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