El excesivo racionalismo, el culto a la razón, el cientificismo, ha
provocado que “lo que era libertad, metáfora, símbolo carecía de espacio”[1].
Rupnik señala que esta idea está perfectamente expresada en por Joan Tápies. En
una bienal de Venecia colocó una silla blanca y sobre la pared hizo un dibujo,
dando a entender que el hombre todavía se expresa, pero no hay nadie que lo
escuche ni que le entienda, “porque habla un lenguaje único, porque no existe
gramática y no se puede entender”[2].
El ejemplo que propone Rupnik con el pintor español es idóneo, ya que, como él
mismo explica, “ha trabajado toda la vida con el signo como testimonio del
pasar del hombre; el hombre al pasar deja un signo, una huella, pero no hay
nadie que se interese por su expresión porque hasta tal punto es subjetiva que
no hay comunicación posible”[3].
El arte contemporáneo se convierte en la vía en la que el sujeto se expresa de
modo único, con una gramática, un código, un lenguaje propio, para defenderse
de todo lo que sea homologado y plano. “De este modo el arte no es comunicación
ni tiene voluntad de serlo. Estas son las lágrimas del arte”[4].
Este vuelco de la
interioridad del artista ha sido calificado por Rupnik como el confesionario del hombre de nuestros días.
El artista esloveno recuerda que ninguna confesión es bella, porque el pecado
es feo. El arte contemporáneo es sagrado porque es una traducción directa del
corazón humano. Expresión doliente de la situación real en la que se encuentra
el hombre al final del siglo pasado.
El arte moderno se
convierte así en un grito, porque hace falta que alguien escuche, y también en
una ilusión, porque el hombre contemporáneo siente nauseas de sí mismo, y
quiere encontrar a otro. “Desafortunadamente el arte digital, que hoy domina el
mundo, es un arte de la ficción, en vez de entrar en un encuentro con personas,
te lo imaginas. Así vivimos en un mundo de relaciones imaginarias, donde es muy
difícil encontrarse. No hay necesidad de grandes reflexiones sobre el arte,
sino que lo más necesario es que como cristianos nos hagamos amigos de los
artistas. Son personas muy sensibles y están solas. Alguien tiene que hablar a
ese nuestro hombre contemporáneo”[5].
El cristianismo
aporta una novedad absoluta: el arte como espacio de encuentro. Ivanov, padre
de la poesía simbolista rusa, gran fuente de inspiración de Marko Iván Rupnik,
afirma que el gran arte es el arte del claustro, porque en el monasterio el
claustro es el lugar de encuentro para la comunidad. El arte se definiría así
como espacio de encuentro, es el espacio donde puedo tocar al otro. Es la
propuesta cristiana, ante el reto del hombre contemporáneo.
[1] RUPNIK, M.I. Implicaciones
teológicas del mosaico, en Dios es
amor. San Dámaso, Madrid 2008. Pág 63.
[2] RODRÍGUEZ VELASCO M. y VELASCO QUINTANA P. Marko Iván Rupnik. Una nueva forma de creación frente al subjetivismo
contemporáneo. En Debate Actual. Revista de religión y vida pública. Número
13. Noviembre de 2009. Pág. 123.
[3] RUPNIK, M.I. Implicaciones
teológicas del mosaico, en Dios es
amor. San Dámaso, Madrid 2008. Pág. 65.
[4] RODRÍGUEZ VELASCO M. y VELASCO QUINTANA P. Marko Iván Rupnik. Una nueva forma de creación frente al subjetivismo
contemporáneo. En Debate Actual. Revista de religión y vida pública. Número
13. Noviembre de 2009. Pág. 122.
[5] RODRÍGUEZ VELASCO M. y VELASCO QUINTANA P. Marko Iván Rupnik. Una nueva forma de creación frente al subjetivismo
contemporáneo. En Debate Actual. Revista de religión y vida pública. Número
13. Noviembre de 2009 Pág. 123.
No hay comentarios:
Publicar un comentario