El verdadero fuego «que nos dieron los dioses» es el lenguaje. Gracias al lenguaje podemos pensar, nuestras experiencias y sentimientos adquieren forma con él, es fuente de confesión, de oración… de poesía. Lo dijo Holderlin: habitamos poéticamente esta tierra. Me ha sucedido con Las costuras del hambre (Esdrújula Ediciones) de Carmen Palomo Pinel. Su poesía es consuelo, no porque nos endulce una experiencia, sino porque comparte nuestras dudas y nuestros sentimientos. Se trata de un poemario que acompaña, escrito por alguien con un impacto fuerte de realidad, que muestra en sus versos el sentido de su propia conciencia. Su obra ha obtenido el II Premio de Poesía Esdrújula, con un jurado de campanillas compuesto por Ángeles Mora, Raquel Lanseros, Antonio Praena y Joaquín Pérez Azaústre. A Carmen Palomo nos la podemos encontrar a diario en los pasillos de la Facultad de Derecho de la Universidad CEU San Pablo. Allí es profesora de Derecho Romano. Otro dato que me reconcilia. De nuevo, en las solapas de los libros, encontramos a autores que «son de Derecho», de esa carrera que amuebla tan bien la cabeza.
En sus versos comprendemos diversas experiencias. De un golpe nos llegan su belleza y verdad. Podríamos decir que tiene una línea clara conjugada con una gran delicadeza en el uso del lenguaje, cuando inventa palabras compuestas (veterosueñas, o las velas nunca-encendidas-del-todo) o bien cuando juega con la tipografía (Avanzamos más deprisa más rápido más rápido / ma´s rp´aido). Y hablaba de experiencias porque la poetisa las muestra y logra entonces trascender ese yo para universalizar esa mirada. De las muchas ocasiones en que he exclamado «¡Y tú también!» leyendo a Palomo, la pregunta de si hay algo que perdura en el tiempo es la que más veces he encontrado. En «Mi hijo más pequeño no comprende la muerte», encontramos a una madre perpleja: «Me dice cada vez que piensa en ella / mamá, el sol se hará muy grande, se tragará la Tierra / y solo eso es la muerte para él. / No los abuelos, no mi pecho en sequía». Después en su poema VI leemos: «Cuánto ¿inútil? Esfuerzo / para llenar de cuerpo y de presencia / este instante al que nunca volveremos» y en «Aproximación al miedo», «¿has visto lo que queda / de lo que queda / de la vida?». Para concluir en el poema XX, tomando prestada esa pregunta de Eric Clapton de «Will you know my name / if I saw you in heaven / Porque al final de todo / solo importa que estemos / y nos reconozcamos».
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