"El hombre interior comprende y está seguro de que Dios es un padre en los cielos, y que esta no es una imperfecta expresión figurativa, sino que es la más propia y la más verdadera, porque él no sólo da los dones sino que se da Él mismo con ellos (...).
Cuando fuiste hacia tu padre terrenal, con la suma alegría de haber ganado el mundo entero, y encontraste que se alegraba, ¡y cómo no habría de alegrarse, particularmente cuando el que se alegra es para él lo más querido de todo!, pero que se alegraba como de modo incierto, justamente por que te amaba, para que eso que habías ganado no pudiera llegar a corromperte; y en cambio, cuando fuiste hacia tu padre celestial con la alegría de haber ganado el mundo entero, Él participó totalmente de tu alegría, porque el hecho mismo de que te alegraras con Él era una infalible garantía de que lo que ganaste sería para tu bien... (...) O cuando, preocupado y abatido, fuiste a tu padre terrenal y encontraste que débil y vacilante, no tenía consuelo para ti, y que tu dolor aumentaba con su pena; y cuando, aplastado y aniquilado fuiste hacia tu padre celestial y encontraste que era fuerte, más fuerte cuanto más débil fueses tú, dispuesto a ayudarte y siempre más dispuesto cuanto mayor fuese tu indigencia.
Entonces percibiste que no es porque tienes un padre, o porque los hombres tienen padres, que no es por eso por lo que a Dios se lo llama Padre de los cielos, sino que es, como dice el apóstol San Pablo, porque a partir de Él toda paternidad recibe su nombre en el cielo y en la tierra; así, aunque hubieras tenido el padre más amoroso que hubiera entre los hombres, también él, pese a su mejor voluntad, sería sólo un padrastro, una sombra, un reflejo, un símil, una imagen, un discurso oscuro acerca de la paternidad de la que toda paternidad recibe su nombre en los cielos y en la tierra"
miércoles, 6 de mayo de 2015
Porque a partir de Él toda paternidad recibe su nombre en el cielo y en la tierra
Ayer era el cumpleaños de Soren Kierkegaard, y un buen amigo y amigo de Soren me envía este texto sobre la paternidad:
martes, 21 de abril de 2015
Y así ando siempre deseando tiempo
¿Y lo bien que sienta leer a la Santa y ver que le pasaba lo mismito????
(Las Relaciones 1.7)
Otras veces me da gran pena haber de comer y dormir, y ver que
yo, más que nadie, no lo puedo dejar; hágolo por servir a Dios, y así
se lo ofrezco. Todo el tiempo me parece breve y que me falta para
rezar, porque de estar sola nunca me cansaría. Siempre tengo
deseo de tener tiempo para leer, porque a esto he sido muy
aficionada. Leo muy poco, porque en tomando el libro me recojo en
contentándome, y así se va la lección en oración, y es poco, porque
tengo muchas ocupaciones, y aunque buenas, no me dan el
contento que me daría esto y así ando siempre deseando tiempo, y
esto me hace serme todo desabrido, según creo, ver que no se
hace lo que quiero y deseo.
(Las Relaciones 1.7)
jueves, 16 de abril de 2015
Estaremos de nuevo en casa
LA RESURRECCIÓN
¿Que después de la vida tengamos que despertarnos aquí un día
al terrible estruendo de trompetas y clarines?
Perdóname, Dios, pero me consuelo
pensando que el principio de nuestra resurrección
lo anunciará el simple canto de un gallo…
Entonces nos quedaremos todavía un momento tendidos.
La primera en levantarse
será mamá… La oiremos
encender sigilosamente el fuego,
poner sin ruido el agua sobre la estufa
y coger suavemente del armario el molinillo de café.
Estaremos de nuevo en casa.
Vladimir Holan
martes, 24 de febrero de 2015
lunes, 23 de febrero de 2015
martes, 27 de enero de 2015
Esa facilidad inquietante y reveladora
Siempre me ha intrigado, como un rasgo significativo y misterioso de la psicología humana, que la vida de diario encuentre un cauce para seguir fluyendo como si tal cosa durante las guerras, que los niños sigan jugando, los músicos haciendo música, los bailarines danzando, los escritores (que acaso ni si quiera hacen mención en sus libros al momento histórico que viven) escribiendo, las muchachas poniéndose guapas, los novios bailando incansablemente a media luz... Es inquietante, y reveladora de los fondos turbios de nuestra alma, la facilidad que a veces tenemos para convivir con el horror y para reajustar o acomodar a las circunstancias, de un día para otro, nuestra tabla usual de valores.
En estos casos, siempre me acuerdo de la siguiente historia. Dos jóvenes filósofos alemanes se encuentran un día a finales de julio de 1914. ¿Te has enterado ya de lo sucedido?. pregunta Falkenfeld, trémulo de ansiedad. Sí, claro, Sarajevo, dice Herbert Marcuse, que es quien cuenta el suceso. No, no, dice Falkenfeld, escandalizado, que mañana se suspende el seminario de Rickert. ¿Qué pasa, que está enfermo? No, es por la amenaza de la guerra. Y precisamente mañana me tocaba a mí exponer el trabajo sobre Kant. Falkenfeld fue llamado a filas. Me va bien, como siempre, le escribe a Marcuse desde las trincheras, solo que el ruido de los cañones me ha dejado casi sordo. Más abajo dice: Sigo opinando que la tercera antinomia de Kant es más importante que toda esta guerra mundial. Más abajo especula sobre la posibilidad de que una granada francesa hiera su cuerpo empírico, y acaba diciendo: ¡Viva la filosofía trascendental! A Falkenfeld lo mataron en el frente poco tiempo después.
Luis Landero (El balcón en invierno)
En estos casos, siempre me acuerdo de la siguiente historia. Dos jóvenes filósofos alemanes se encuentran un día a finales de julio de 1914. ¿Te has enterado ya de lo sucedido?. pregunta Falkenfeld, trémulo de ansiedad. Sí, claro, Sarajevo, dice Herbert Marcuse, que es quien cuenta el suceso. No, no, dice Falkenfeld, escandalizado, que mañana se suspende el seminario de Rickert. ¿Qué pasa, que está enfermo? No, es por la amenaza de la guerra. Y precisamente mañana me tocaba a mí exponer el trabajo sobre Kant. Falkenfeld fue llamado a filas. Me va bien, como siempre, le escribe a Marcuse desde las trincheras, solo que el ruido de los cañones me ha dejado casi sordo. Más abajo dice: Sigo opinando que la tercera antinomia de Kant es más importante que toda esta guerra mundial. Más abajo especula sobre la posibilidad de que una granada francesa hiera su cuerpo empírico, y acaba diciendo: ¡Viva la filosofía trascendental! A Falkenfeld lo mataron en el frente poco tiempo después.
Luis Landero (El balcón en invierno)
jueves, 27 de noviembre de 2014
Algo hacia lo que mi vida entera se dirigía
Enamorarse es un encuentro contingente, pero, una vez que ocurre se revela como necesario, como algo hacia lo que mi vida entera se dirigía. Lacan describió esta inversión de la contingencia en necesidad como un cambio de "deja de no ser escrito" a "no deja de escribirse": primero, el amor "deja de no ser escrito", surge a través de un encuentro contingente; después, una vez que está aquí, "no deja de escribirse", impone sobre un amante el trabajo del amor, el continuo esfuerzo para inscribir en su ser todas las consecuencias del amor, para estructurar su amor alrededor de la fidelidad al acontecimiento del amor.
Slavoj Zizek, Acontecimiento. México D.F., 2014. Página 127.
Slavoj Zizek, Acontecimiento. México D.F., 2014. Página 127.
miércoles, 29 de octubre de 2014
A pocos metros del patíbulo el condenado desvió su camino para evitar un charco embarrado
Gracias a @palabraseca, leo en El País un artículo de Yolanda Monge que contiene un primer párrafo impresionante. De esos de los que había que poner como ejemplo en la facultad cuando hablan de la "Pirámide invertida". Después de ese párrafo, te lees lo que sea que venga después.
Cuentan que durante su periodo en la policía imperial india en Birmania en los años veinte del siglo pasado, a George Orwell se le encomendó supervisar una ejecución en la horca. Lo que parecía ser otro desagradable deber más que cumplir se transformó en una revelación para el escritor cuando a pocos metros del patíbulo el condenado desvió su camino para evitar un charco embarrado. “Hasta ese momento”, escribió luego Orwell, “nunca antes me había dado cuenta de lo que significaba acabar con un hombre sano y consciente, vi lo atrozmente incorrecto que era cortar una vida en su plenitud”.
viernes, 26 de septiembre de 2014
Hacer chistes en el cadalso y peinarse en las Termópilas
La cita es de C.S Lewis y la he encontrado en Celebrar la vida, de Jonathan Sacks:
La vida humana siempre ha estado al borde de un precipicio... Los hombres proponen teoremas matemáticos en ciudades sitiadas, desarrollan argumentos metafísicos encerrados en una celda, hacen chistes en un cadalso, discuten sobre el último poema mientras avanzan hacia las murallas de Quebec, y se peinan en las Termópilas
martes, 22 de julio de 2014
Como un ataque de comanches borrachos
En un librito sobre la paternidad (titulado Manu), Manuel Jabois se lamenta de que en las primeras semanas del bebé, "perdimos el humor, lo cual es terrible, porque nos concentramos tontamente en disfrutar del niño en esa tarea heroica que supone cazar el tiempo para hacerlo volver". La elección del adverbio "tontamente" me parece "muy inteligente". Porque al tiempo no le caza nadie, y menos aún si se trata de ver crecer a los hijos. Porque la vida no sucede en fila india, sino que es un ataque de comanches borrachos.
Lo dice precioso Miguel D'Ors en su poema Incompetencia:
Evidentemente no soy el hombre adecuado. Amo el silencio y la lentitud con una indesmayable vocación vegetal. Me gusta la rutina física: que el despertar, la barba, las comidas y el descanso corran fáciles por el carril de la costumbre sin exigirme que baje cien veces cada día a tomar decisiones respecto a mi animal. Quisiera que la vida fuese ocurriendo en fila —primero esto, después lo siguiente, por último lo
demás— y no como un ataque de comanches borrachos. Detesto los balones de rugby y todo género de
sorpresas. Las noches más inolvidables de mi juventud son aquéllas que pasé durmiendo en un sueño abisal, hermético, absoluto —ay, cuánto las añoro, con su ausencia de luna,
ruiseñores, etc.—. Adoro las casonas de piedra nobiliaria y los Dufy. Disfruto asistiendo entero a cada uno de mis actos y odio tener aquí los ojos, allí los pies y al otro lado las
palabras. Mi idea de la felicidad se parece a la nieve de
Wyoming y mi interlocutor preferido es el fuego. Comprenderán ustedes que sin duda soy la persona menos indicada para ser miguel d’ors.
Lo dice precioso Miguel D'Ors en su poema Incompetencia:
Evidentemente no soy el hombre adecuado. Amo el silencio y la lentitud con una indesmayable vocación vegetal. Me gusta la rutina física: que el despertar, la barba, las comidas y el descanso corran fáciles por el carril de la costumbre sin exigirme que baje cien veces cada día a tomar decisiones respecto a mi animal. Quisiera que la vida fuese ocurriendo en fila —primero esto, después lo siguiente, por último lo
demás— y no como un ataque de comanches borrachos. Detesto los balones de rugby y todo género de
sorpresas. Las noches más inolvidables de mi juventud son aquéllas que pasé durmiendo en un sueño abisal, hermético, absoluto —ay, cuánto las añoro, con su ausencia de luna,
ruiseñores, etc.—. Adoro las casonas de piedra nobiliaria y los Dufy. Disfruto asistiendo entero a cada uno de mis actos y odio tener aquí los ojos, allí los pies y al otro lado las
palabras. Mi idea de la felicidad se parece a la nieve de
Wyoming y mi interlocutor preferido es el fuego. Comprenderán ustedes que sin duda soy la persona menos indicada para ser miguel d’ors.
jueves, 17 de julio de 2014
Jack Kerouac, y la gente a la que admiro (o la Iglesia que yo amo)
Muchos amigos me preguntan: "¿cómo no te escandalizas de la Iglesia? ¿Qué vas a decir? ¿Que es perfecta?".
"No!", respondo, "menos mal, porque si no, yo no podría estar".
A estos amigos queridos y que no comparten mi fe, siempre he necesitado explicarles qué es para mi la Iglesia. Ahora he encontrado unas palabras de Jack Kerouac que me apropio para ese fin:
La única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas.
"No!", respondo, "menos mal, porque si no, yo no podría estar".
A estos amigos queridos y que no comparten mi fe, siempre he necesitado explicarles qué es para mi la Iglesia. Ahora he encontrado unas palabras de Jack Kerouac que me apropio para ese fin:
La única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas.
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