lunes, 18 de julio de 2016

Coto de Doñana, por R.S. Thomas

Siguiendo la pista al poeta R.S. Thomas, un poeta que me está pareciendo a cada paso más especial y con el que tengo extrañas coincidencias, me encuentro con un maravilloso poema dedicado a una zona de España a la que, por circunstancias de la afinidad, he quedado ligado para siempre: "Coto Doñana" (recogido en su libro Not That He Brought Flowers, de 1968). En el poema parece que hemos sido introducidos en una conversación ya iniciada.
El poeta galés, que era un buen aficionado a la ornitología, viajó en 1977 hasta Doñana con un amigo. Por cierto que durante el viaje, fueron detenidos por la policía francesa al ser confundidos con unos espías.

COTO DOÑANA
I don’t know; ask the place.
It was there when we found it:
Sand mostly, and bushes, too;
Some of them with dry flowers.
The map indicates a lake;
We thought we saw it from the top
Of a sand-dune, but walking brought it
No nearer.
         There are great birds
There that stain the sand
With their shadows, and snakes coil
Their necklaces about the bones
Of the carrion. At night the wild
Boars plough by their tusks’
Moonlight, and fierce insects
Sing, drilling for the blood
Of the humans, whom time’s sea
Has left there to ride and dream.
No lo sé, pregunta por el lugar; / Estaba allí cuando lo encontramos;/ mucha arena, y arbustos también / algunos con flores secas./ En el mapa se indica un lago / Pensamo que lo veríamos desde/ lo alto de una duna, pero /andando no lo encontramos /tan cerca. / Hay grandes pájaros / como manchas en la arena / con sus sombras, y serpientes /como collares alrededor de los huesos /de la carroña. En la noche, los salvajes /jabalíes aran con sus colmillos / de luz de luna, e insectos feroces / chupan la sangre / de los hombres a quienes un mar de tiempo / abandonaron allí / para cabalgar y soñar. 

 Pienso que el lago que esperaba Thomas es la Marisma, claro, e imagino cierta decepción, que se le pasaría rápidamente al ver los flamencos. Después habría experimentado los incómodos mosquitos. Pero sus últimos versos me confirman que pudo conocer a los hombres de allí, a quienes, según mi libre traducción, "un mar de tiempo" (es decir, esa forma de vivir la vida en el que el tiempo casi se puede masticar) les abandonó en ese lugar para cabalgar y soñar.

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