Me permito en este blog dar otra vuelta más a Historia de dos ciudades.
La comparación entre Doug Stamper de House of cards y Sidney Carton de la novela de Dickens cada vez me parece menos azarosa.
Los dos responden a la descripción que hace Dickens de un "chacal". El que hace el trabajo sucio a un superior, dedicado a la cosa pública: ya sea un político en el caso de la serie televisiva, ya sea un importante abogado, en la novela.
Los dos tienen un problema con el alcohol, tratado eso sí de distinta manera. Mientras que en House of cards la mirada es puritanilla y melindrosa, en Historia de dos ciudades tiene hasta humor.
Los dos tienen talento, desde luego. Podemos entender que en ambos casos tenían una prometedora carrera de jóvenes. En algún momento metieron la pata, y ahí se truncó todo, sobre todo por una especie de pacto mefistofélico que imaginamos no tuvieron otra que aceptar. Los dos llegan a diario a su casa y se derrumban,
Incluso los dos llegan a dar la vida por otro. Pero este acto de suprema caridad no es igual de ninguna manera. Sí, los dos vislumbran algo parecido a un signo, una provocación inaudita de la realidad, pero Stamper lo reduce drásticamente a mera apariencia y si acaso, sentimiento. Quizá le falta esa Lucile que desafía con preguntas a Sidney cuando este le confiesa su admiración. Le ayuda a ir hasta el fondo de lo que ha visto y experimentado.
***
Qué alegría que recordé que Julio Martínez Mesanza había publicado en su blog un poema inspirado en Historia de dos ciudades con el mismo título. En los comentarios así lo afirma, que se acuerda de Sidney...
En la ciudad del norte hay un hilo de oro
que ilumina los días de los hombres felices,
no mis días sombríos ni mis noches eternas.
En la ciudad del norte hay un patio pequeño
donde la luz y el orden, el amor y la dicha,
tejen con cada hilo una aurora de oro.
En la ciudad del sur hay un río de sangre
y una lenta carreta en la que va mi alma
con su carga sombría de interminables noches.
En la ciudad del sur hay una plaza inmensa,
la plaza del perdón, la plaza de la culpa,
y de su puro centro brota un río de sangre.
(c. 1993)
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