Chesterton y Doug Stamper. Animado por G.K. Chesterton que dijo eso de que “la gente no lee a Dickens, no tienen tiempo para leerlo porque dedican su tiempo a perderlo con cosas que no quieren leer de verdad”, y por las citas que aparecen en la sugerente House of Cards junto a ese enigmático personaje que es Doug Stamper, este verano tuve tiempo para Historia de dos ciudades.
El primer párrafo. EL PÁRRAFO. “Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos, era el siglo de la locura, era el siglo de la razón, era la edad de la fe, era la edad de la incredulidad, era la época de la luz, era la época de las tinieblas, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación, lo teníamos todo, no teníamos nada, íbamos directos al Cielo, íbamos de cabeza al Infierno”. Qué buen resumen para este verano. Qué buen resumen para toda época, para cualquier momento de la vida, de la vida frágil.
El humor de Dickens. Una muestra: "... el amigo inseparable del señor Stryver, y con lo que bebían juntos desde el día de San Hilario hasta el día de San Miguel se habría podido poner a flote un navío de tres puentes".
La comunidad del anillo. Qué gran comunidad del anillo forman en el libro todo el grupo de personajes principales. Preciosa forma de ir asistiendo a la forja de una amistad: Darnay, Lucie (a la que podríamos llamar desde ya Beatriz), el doctor Mannette, el señor Lorry, Sidney Carton (al que podríamos llamar Kolbe...), Jerry, la señorita Pross, y si me apuras, Stryver e incluso el mesonero Defargue.
Signo y misterio. La clave del libro, en mi opinión. Un buen resumen serían esas palabras del libro de Jeremias: "les daré un corazón capaz de conocerme; sabrán que yo soy el Señor". En Historia de dos ciudades asistimos a una sucesión de momentos en los que signo y misterio coinciden, donde los personajes caen de rodillas. Por eso creo que Lucie es Beatriz (y es que la obra está llena de guiños a Dante).
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